Nuestro país nunca ha logrado una unión completa, desde sus
comienzos como una joven República estuvo divida en dos bandos y ahora sigue condenada a la guerra y a la división.
El 20 de julio de 1810 en la ciudad de Santa Fe de Bogotá,
capital del Virreinato de Nueva Granada se presentó el grito de independencia
santafereño, que acabó con el dominio chapetón, al parecer florecería una nueva
nación y Dios la bendeciría con prosperidad, pero lo que siguió fue una guerra
estúpida entre nuestros compatriotas que tal vez propició el comienzo de
nuestra desgracia.
El país en vez de unirse en torno a una patria, a una
ideología, a una bandera, entró en banales discusiones sobre cómo debía ser la
Organización Política de la nación infante, generándose pleitos, discusiones y
guerras civiles internas ente centralistas y federalistas que al fin y al cabo
eran compatriotas, mientras un ejército español se rearmaba para recuperar los
territorios perdidos. No quiero discutir sobre cual organización política le
convenía más a Colombia en sus primeros años, pero si sé que en esos momentos
el pueblo debió de unirse entorno a Colombia y luchar por su legitimidad; como
pueblo unido y no como centralistas y federalistas, ya las discusiones sobre la
organización se discutirían después en un cabildo, en una mesa, en un
escritorio y no en un campo de batalla, cuando la guerra contra los españoles
ya estuviera totalmente ganada.
Después vino el general Simón Bolívar, que mantuvo por un
tiempo corto el país unido en torno a lo importante, ganar la guerra. Cuándo se
obtuvo la victoria definitiva, surgió un gran fruto La Gran Colombia, llamada a
ser potencia latinoamericana; pero otra vez la división generada desde antes
con los centralistas y federalistas, y diferencias entre las regiones hicieron
que en menos de una década la Gran Colombia se disolviera y se formaran las
naciones que conocemos ahora.
Años después y ya como nación única y soberana la República
de Colombia heredó de la lucha centro-federalista un mal igual o peor, los
conservadores y los liberales hijos pródigos de las anteriores ideologías
respectivamente y sucesores de la división. Otra vez el país se enfrascó en la
división y en la lucha de dos bandos pero esta vez más largo y más sangriento.
Primero mandaron los conservadores con la República de Nueva Granada, pero
después de una guerra civil de 1860 a 1862 los liberales radicales tomaron el
poder y se conformó los Estados Unidos de Colombia derrumbando lo bueno y malo
que ya se había logrado y casi que haciendo volver a empezar al país; más tarde
en 1886 una nueva constitución de tinte conservadora tumbó la federación y
originó un gobierno centralista en el cuál también se acabó con lo ya progresado y se generó más guerras y más
muertes.
Más tarde de esta constitución y un corto periodo de calma,
tras un dominio hegemónico conservador y unos descontentos liberales se genera
la llamada época de la Violencia, una guerra bipartidista, los conservadores en
calidad de gobierno de turno atacaban a los liberales que se organizaron en
grupos armados, que después generaron las guerrillas, época de guerra,
destrucción, torturas y muertes, entre nosotros mismos, hermanos, hijos de una
sola patria. Luego el golpe de Estado realizado por Gustavo Rojas Pinilla para
pacificar el país que ardía en una guerra sin tregua terminó con un “acuerdo de
corbata” llamado el Frente Nacional, que lo que hizo fue disminuir las
diferencias entre los altos dirigentes conservadores y liberales, y agudizar
las diferencias entre los seguidores de los dos partidos, mientras estos dos
partidos se turnaban el poder, en el campo y en las ciudades seguía la
violencia bipartidista. Ahora hemos heredado todos nuestros errores, un
conflicto armado que aún sigue, acaba e impide el progreso del país.

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